Hecho natural, real y básico de esta pregunta:
Bordeando, a manera de margenes, el pequeño valle que arranca de la colina donde se asentó la antiquísima villa, y extendiéndose en dirección sureste, existe, más en la parte derecha que en la izquierda, una gran veta o banco de arenas compactas (piedras blandas), en cuyo banco se encuentran, en gran cantidad, curiosísimos ejemplares de almejas fosilizadas, de muy distintos tamaños, de las que me complace remitir dos ejemplares, que conservo hace tiempo, como prueba fehaciente del interès de estas líneas, al señor Director de Paisaje.
Estas conchas - todas las que yo he visto, bivalvas-, aparecen totalmente cerradas, macizas, con estrías en sentido longitudinal, unas, y en sentido radial, otras; que son, sin duda, de la cara externa de la concha de origen, perfectamente marcadas, así como su enganche o charnela que es también perfecto; algunas con un peso de quinientos o más gramos, y otras de tamaño de las almejas actuales, y todas ellas pertenecientes a dos tipos o familias, según que el yacimiento sea en las arenas obscuras o en las claras.
También he observado, en algunos desconchones, animales fosilizados de forma completamente cilíndrica y de no mucho grueso, pero no tan característicos y reales como las almejas.
Debido a la poca dureza de estas arenas, es difícil extraer ejemplares completos, aunque con el cuidado minucioso que en estos trabajos e investigaciones ponen los técnicos, no sería imposible hacerse con bellísimos ejemplares.
Consideraciones históricas sobre el hecho expuesto:
Aparte de mis ligeros conocimientos científicos sobre el proceso de formación de los fósiles, propio de mis estudios profesionales, me ha interesado siempre estudiar algo más sobre este tema; y, a grandes rasgos, expondré algunos datos curiosos sobre estos extremos.
Ya en la antiguedad, a Herodoto, Estrabón y otros sabios de aquella época, les llamaron la atención ciertas conchas fósiles halladas en Egipto, en terrenos montañosos y a considerable altura sobre el nivel del mar, lo que ellos sin ningún género de dudas atribuyeron a la existencia de un gran lago, desecado o precipitado hacia los mares.
Plinio, refiriéndose a Teofrasto, dice que, en algunas épocas, la tierra reprodujo algunos huesos de animales; y que en los alrededores de Munda (España) había ciertas piedras que en su fractura ofrecian la imagen, mas o menos perfecta de la palma de la mano, lo que sin duda, ya hoy, no podían ser mas que fósiles chiroterium triásicos.
Tertuliano y San Agustín vieron en estas conchas, halladas en distintas y altas regiones de la tierra, así como vestigios de igual tipo fósil, de ciertos animales, de demostración plena y patente de aquella gran inundación que cubrió toda la tierra, que es el Diluvio Universal o Bíblico.
Según Aristóteles, los fósiles de peces, encontrados muy repetidamente, son debidos a la existencia en el interior de la tierra de peces extraviados, o que vivían sin movimiento en el interior del suelo, o que nacidos de peces existentes durante la evolución de la tierra, se habían vuelto tierra.
En fln, este tema ha sido manoseado desde la antigüedad, con más o menos intensidad, por muchos sabios durante los diecisiete siglos primeros de nuestra Era; pero el primero que de una forma científica dijo que los fósiles vegetales eran restos de plantas vividas en otras épocas en los terrenos en que se hallan, o sepultadas por los grandes cataclismos geológicos, fué el dinamarqués Stenón (1670), el que al mismo tiempo asegura también que la formación de las montañas es muy posterior a la consolidación y formación de la tierra.
Desde el siglo XVIII en adelante se ha profundizado más, con más fundamentos científicos, sobre los estudios geológicos y paleontológicos, y existen numerosos trabajos sobre estos estudios, hasta que Werner (1817), fundó la geología científica, estableciendo en las formaciones geológicas una gran división: formaciones neptunianas y volcánicas, según que las estratificaciones procediesen del movimiento de grandes masas de tierra por las aguas o que procediesen por consecuencia de grandes erupciones volcánicas, con sus plegamientos y hundimimentos.
Y aquí mi pregunta: ¿El suelo donde se encuentran estos yacimientos fósiles es de origen neptuniano o volcánico? Es innegable que el actual emplazamiento de Huelma, casi a nivel de los yacimentos, a unos ochocientos o más metros de altura estuvo inundado en aquellas primeras épocas geológicas; luego el origen del terreno que nos ocupa es neptuniano debido a la acción de las aguas.
Pero ¿Estas aguas fueron continentales o marítimas? ¿Lagos o mares? pudieron ser mares, que sin duda debieron de emerger las tierras de su fondo, al precipitarse sus aguas a sitios más bajos, producidos por los grandes hundimientos de aquellas edades. O lo que es lo mismo: que continentes enteros, o parte de ellos, se hundieron por los cataclismos terrestres y arrastraron hacia ellos a las aguas de mares próximos, cuyos fondos se hicieron continentes.
¿Tendrá aquí explicación la fabulosa teoría de la Atlántida?
Pero la configuración del sitio a que nos referimos hace suponer la existencia, en este punto, de un gran lago, en cuyas márgenes, precisamente una de ellas, el asentamiento de este pueblo, se consolidaron las arenas por la acción del aire al desaparecer las aguas, aprisionando en su interior gran cantidad de estos moluscos, que fueron fosilizados en el transcurso de los siglos.
Así lo creo, racionalmente considerando el problema; pero me agradaría ver surgir algún aficionado a estos estudios, que estudiara estos fósiles en su propia fuente, y, después, desde las columnas de este periódico, encargado de engrandecer nuestra historia provinciana en artes, en ciencias, en preclaros varones y en la gracia y donaire de nuestras costumbres, etc., etc., nos dijese algo que despertare el interés general, siquiera de España, sobre los orígenes remotísimos de nuestro suelo, de lo que las ciencias geológicas y yo le estaríamos muy agradecidos.
Huelma 8 del 10 de 1946 CAMILO AMARO GARCÍA
